Del anonimato al estrellato: Cedric Coward y la implacable lucha por la gloria en la NBA

Una historia improbable que desafía las reglas del sistema

Cada año, el Draft de la NBA ofrece historias inspiradoras, pero pocas tan sorprendentes como la de Cedric Coward. Su nombre será pronunciado este miércoles por el comisionado Adam Silver durante la primera ronda del Draft 2025. Y con ello, se confirmará un camino tan improbable como único.

Coward no es producto de las grandes academias ni de los focos constantes. Hasta hace poco, su página de Wikipedia no tenía foto ni superaba las 250 palabras. No fue titular en el equipo de su instituto hasta su penúltimo año. Y, sin embargo, hoy está proyectado entre los 20 primeros del Draft. Su talento, inteligencia táctica, perfil físico y liderazgo han convencido a varias franquicias —incluidas tres con elecciones de lotería— de que vale la pena apostar por él.

Un recorrido geográfico y personal fuera de lo común

Su viaje lo llevó desde Fresno (California) hasta Salem (Oregón), luego Cheney (Washington), Pullman y, fugazmente, Durham (Carolina del Norte). Una trayectoria que desafía al sistema actual del baloncesto estadounidense, diseñado precisamente para detectar talentos lo antes posible y no dejar que historias como la suya ocurran. Y, sin embargo, aquí está, a punto de hacer historia.

Coward es la viva imagen del sueño que aún puede hacerse realidad con trabajo, paciencia y resiliencia. En una liga cada vez más controlada por algoritmos, métricas y predicciones, él es la excepción: un jugador que ha emergido por mérito propio cuando nadie lo esperaba.

El otro extremo del sueño: el duro camino hacia el campeonato

Mientras Coward se prepara para entrar en la NBA, otros viven la parte más exigente de ese sueño: ganar un campeonato. Y si algo ha quedado claro tras seis partidos de las Finales de la NBA 2025, es que conquistar el anillo es una de las hazañas más duras del deporte profesional.

Como dijo una vez un campeón en una cena con amigos: “Ganar un título en la NBA es duro como el infierno”. No importa el dinero del dueño, ni la calidad del entrenador o del equipo. Ganar 16 partidos en los playoffs, superando a los mejores del mundo, es una batalla física, mental y emocional.

Oklahoma, al borde de la consagración… y del abismo

Los Oklahoma City Thunder, con un balance de 68-14 en temporada regular, parecían destinados a marcar época. Liderados por el MVP Shai Gilgeous-Alexander, arrasaron a Denver y Minnesota en los playoffs y se posicionaron como el gran favorito. Una victoria más los habría coronado como uno de los equipos más dominantes de la historia.

Pero el pasado jueves, los Indiana Pacers, con un Tyrese Haliburton tocado físicamente pero enorme en espíritu, destrozaron ese guion con una contundente victoria por 108-91. El séptimo partido se jugará este domingo en Oklahoma, y los Thunder, aunque fuertes en casa, tendrán que demostrar que pueden resistir la presión cuando más pesa.

Una liga de extremos: del anonimato al campeonato

El contraste es evidente: mientras Coward intenta ganarse su lugar en la liga desde la oscuridad, los Thunder luchan por no dejar escapar la cima desde el pedestal. Ambos caminos ilustran la complejidad y la belleza de la NBA. Porque tanto llegar como mantenerse entre los mejores requiere algo más que talento: exige carácter, corazón y una capacidad infinita de superar obstáculos.

Y es precisamente esa dualidad —la esperanza de los que llegan y el sufrimiento de los que luchan por no caer— la que hace del baloncesto profesional un espectáculo tan humano como inolvidable.